Y si el sol no siente culpa
por retirarse a descansar de
noche, ni la luna por desaparecer
de día...
¿Por qué debo yo sentirla por seguir mis ritmos?
Si el león no pide disculpas
por cazar a la gacela,
ni el tallo de la rosa por contener
espinas...
¿Por qué debo yo sentirme culpable por ir tras lo que anhelo o protegerme de lo que no quiero?
Y si el mar no siente culpa por sus mareas ni el tiempo por sus cambios de estación...
¿Por qué no puedo yo cambiar de opinión?
Tú y yo somos como el sol y como la luna. También como el león y como la rosa. Y por supuesto somos como el mar y el tiempo.
Tú, yo y ellos fuimos creados por el mismo Dios, y éste, respeta profundamente al que sigue sus ritmos, al que va tras lo que ama y se protege de lo que le daña. Y también al que muta, cambia, se transforma y es cada día mejor de lo que era ayer...sin culpa.
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