lunes, 4 de mayo de 2015

Ser madre.

Recuerdo como el día más feliz de mi vida aquel en el que un predictor daba positivo en mi cuarto de baño.
Ese día mi vida cambió. Hasta deje de beber cocacola y eso es algo increíble en mi. Si me conocierais lo entenderiais.

Dejé mi trabajo para centrarme en mi embarazo pues para mi era algo realmente importante. No quiero decir con esto que todo el mundo deba abandonar sus empleos al estar embarazada, ni mucho menos. Yo lo hice por que sentí que así debía hacerlo, nada más.

El embarazo fue largo, duro y doloroso. Vomité hasta el último día y todos los olores se multiplicaron por mil. Abrir el frigorífico era una pesadilla, podía olerlo todo amplificado, y por más que lo vaciaba y fregaba con amoniaco seguía sin poder soportar ese olor. Curiosamente desapareció el día que regresé del hospital.

El parto duró veintiuna horas. Cuando iban a hacerme una cesárea apareció mi ginecólogo y lo prohibió. Decidió usar forceps, ventosas y hasta una maniobra que no se ni como se llama que consiste en que una enfermera se suba encima tuya y te apriete la barriga para ayudar al bebé a salir. Gracias a Dios que me pusieron la epidural. Tanta lastima le di a la enfermera que me atendió que consiguió sacar al anestesista de una operación para ponerme aquella milagrosa inyección. Aún recuerdo su nombre, Jari se llamaba. Donde quiera que estés ¡gracias!.

Anghelika fué una niña deseada a más no poder, la busqué durante años. Pruebas, hormonas, test de embarazo negativos a raudales y llanto, mucho llanto pero por fin llegó. Y ese día aunque duro y difícil es el único de mi vida que volvería a repetir una y mil veces.

Me gustaría poder decir que al llegar a casa todo fué de color de rosa, como secretamente había imaginado, pero no fué así. Tuve que enfrentarme a todos mis miedos. Entre la culpabilidad de tener senos inservibles, pues no tenia leche, y el cansancio por no dormir me vine abajo. Nadie te cuenta estas cosas pero pasan y forman parte de ser mamá.

Decidí no sentirme mal por no poder amamantar a mi niña y estar siempre lo más cerca de ella posible. Dormía siempre conmigo, aun lo hace, y la llevaba en brazos siempre que podía. Jamás hice caso a quien me decía que estas prácticas no eran adecuadas. Yo sentía que si y con eso me bastaba.

Mi hija tiene nueve años y no pasa un día sin que nos tiremos los trastos a la cabeza, pero tampoco sin abrazarnos y decirnos lo mucho que nos queremos.
Anyi es una niña fuerte, segura y feliz, totalmente conocedora de lo muy amada que es y creo que en parte es por lo tolerante que he sido conmigo misma durante su crianza.

Lo que te quiero transmitir al contarte esto es que ser madre te cambiará la vida seguro. Que llorarás, te reirás, sentirás miedo, pánico, ilusión y un sin fin de emociones encontradas. Sea como sea confía en ti, en tu instinto, el sabe lo que hay que hacer. No hagas caso de los mensajes castrantes de otras personas. Dejar de coger a tu hijo por que es lo adecuado es castrarlo a el y su futura confianza y castrarte tú y tu derecho a ser madre con todo tu ser.

Ser madre es lo único en tu vida que harás, de lo que a ciencia cierta nunca te arrepentirás... ¡Disfrútalo!.

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