martes, 3 de febrero de 2015

No enfermes de positividad.

Durante mucho tiempo, tal vez demasiado, he sido una gran defensora de "la positividad a toda costa".
Este tipo de positividad consiste en llevar siempre una sonrisa en la cara, decir que estas perfectamente (sea cierto o no), y no permitirte nunca hablar de problemas con la gente que te encuentras.

En todo ese tiempo he tenido solo un par de personas, tres como mucho, a las que si le contaba mis inquietudes y dudas existenciales. Para todos los demás estaba de maravilla pasara lo que pasara.

En los últimos cuatro meses he tenido que integrar uno de los aprendizajes más duros de mi vida, y este ha sido, reconocer mi tristeza y mi desaliento. Para ello he tenido que derribar mi soberbia, la que me hacía creer que estaba por encima de todo.

Y como todos los aprendizajes importantes llegan a base de tortas. Empecé a conocer gente ridículamente intolerante con el malestar ajeno. A cada curso, taller o seminario al que asistía me encontraba con personas, muchas de ellas terapeutas de diferentes disciplinas, deseosas de conocer algún detalle imperfecto de la vida de otros para arrojarselo a la cara y hacerle sentir culpable.
Cada frase, cada uno de los gestos eran minuciosamente observados con lupa por personas, que en realidad no se conocían de nada, pero creían tener la verdad suprema y la sabiduría suficiente para dar lecciones morales.

Tengo que decir que esto jamás me había pasado. En todas mis formaciones siempre he encontrado personas empaticas, tolerantes y maravillosas,que en la mayoría de casos es lo que encuentras en estos sitios, por lo que empecé a pensar que no era casualidad y aquellos episodios estaban queriendo decirme algo importante y por ello atraía ese tipo de gente.

Me di cuenta de que es casi una agresión culpabilizar a alguien que abre su corazón por atreverse a decir "No, no todo va bien".

A veces los seres humanos necesitamos un punto de vista diferente, un hombro en el que apoyarnos o un simple te entiendo perfectamente.

Lo último que necesitamos es a alguien, tratándonos con la soberbia del que cree estar por encima de todo sufrimiento, decirnos que nuestra actitud es inadecuada por no parecer un anuncio de pasta de dientes. Lo peor es irse a casa con la sensación de haber hecho algo mal cuando lo único que has hecho es vivir como has podido con lo que la vida te ha dado.

He comprendido que si hay algo sano en el mundo es estar en contacto con todas tus emociones, agradables o desagradables y aprender a expresarlas sin sentimientos de culpa.

La auténtica positividad no es creerse el protagonista de un musical, no, eso es vivir una mentira. La auténtica positividad es vivir sabiendo que siempre se puede ser feliz, aunque tus circunstancias no sean las mejores. Es creer en tus fuerzas aunque ahora flaqueen y seguir adelante pase lo que pase.

Y para concluir solo decirte una cosa, estés bien o estés mal no te preocupes, no es para siempre, nunca es para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta esta entrada.