El auténtico sanador tiene un drama en su vida. Él puede ver la luz ajena, la percibe, la huele, y en caso de absoluta y aparente oscuridad la intuye.
Ese ver la luz de otros puede parecer hermoso pero no siempre lo es.
A veces, muchas veces, los otros ignoran su propia luz, o nunca la manifiestan, convirtiéndose en una triste caricatura de lo que podrían ser.
El auténtico sanador entiende esto y él, que tanto confía en la grandeza del otro, se viene abajo, se abate, se hunde.
Ese es el drama del auténtico sanador.
¿Y quien es el auténtico sanador?
Aquel que tiene una dosis extra de amabilidad. El que siempre saca un hueco para contestarte. Por muy ocupado que esté, pareciera que no lo está, pues dar a entender a otros que son apreciados es su mayor prioridad. Él no tiene en mente aparentar ni hacerse el digno acosta de dejarte a un lado, no, eso no va con él.
Puede ser que te cobre, tiene que vivir, pero siempre estará presto a compartir lo que sabe, a seguir aprendiendo, y a ayudarte a ser mejor.
El tiene un Don, darte más de lo que esperas de él, cómo si fuera un niño que no tiene orgullo, ni lo quiere. No le hace falta, su misión es sanar, aunque su drama sea la desidia ajena, aunque le mate, aunque le duela.
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